miércoles, 13 de junio de 2012

Y me he puesto a escribir un poco, a ver si me ordenaba los sentimientos...


Sé que vas a hacerme daño. Sé que dolerá, pero cada vez necesito arriesgar más.
¿Puedo jugarme otro pedacito? Otro más con cada jugada. No sé si valdrá la pena apostar de nuevo y eso me asusta. La inseguridad. La incertidumbre de no saber qué mano estás jugando, sinceramente, me acojona.

Cuando te despiertas entre los brazos de alguien, ese gesto producto de un pequeño resquicio instintivo al miedo a perder algo que te importa, esa primitiva sensación de necesitar proteger lo que, consideras, te pertenece.
Sentirte así. Una pieza delicada.
No recuerdo haberme sentido así muchas veces. Quizá por eso me parezca algo tan especial.
Es un sentimiento tan efímero como el aleteo de una mariposa.

Y sin embargo, quiero que me despiertes arrancándome la ropa.